
Por Luis Alfonso Gámez
No recuerdo cuándo fue la primera vez que oí hablar de James Randi. Sí recuerdo que, en cuanto pude, compré y leí Flim-Flam! (Fraudes paranormales, 1982), libro que devoré y todavía recomiendo a quien me pregunta por una buena obra sobre pensamiento crítico y denuncia de supercherías. Corrían los años 80 y entonces no existía Internet. Había que escribir cartas, mandar cheques y esperar que no se extraviaran para que, semanas después, el cartero dejara en tu buzón el libro o revista solicitado. Ése era el camino que teníamos que seguir hace décadas quienes vivíamos en España -y en otros países- para conocer la obra de The Amazing Randi, que falleció ayer a los 92 años. Nos ha dejado huérfanos, pero nos queda su ejemplo.
La primera vez que vi a Randi en acción fue en casa de Félix Ares, un amigo al que un grupo de entonces jóvenes habíamos animado a involucrarse activamente en la lucha contra la charlatanería. Al igual que nosotros, él había empezado como ufólogo, pero con el tiempo había evolucionado hacia el escepticismo, aunque se había limitado a leer y no había pensado en pasar a la acción. Hasta que nos conoció, nos habló de la existencia del Comité para la Investigación Escéptica (entonces, CSICOP) y fundamos un pequeño grupo de cazacharlatanes, la semilla de ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico y el Círculo Escéptico.
Comienzo del obituario publicado en Magonia el 22 de octubre de 2020.
Sigue en «Adiós a James Randi, mago y maestro de escéptico».