A vueltas con el chupacabras: teorías enfrentadas sobre el origen del vampiro hispano

Imagen 1. La extraterrestre de 'Especie mortal' (1995).
Imagen 1. La extraterrestre de ‘Especie mortal’ (1995).

Por Benjamin Radford.

El chupacabras es una rareza en la criptozoología por diversas razones. Para empezar, a diferencia de Nessie y el yeti, es una creación estadounidense. A pesar de que su reputación y de los avistamientos que llegan de todo el mundo, y de su estrecha relación con México, este ser se dejó ver por primera vez en la pequeña isla caribeña de Puerto Rico. Y, a diferencia de bigfoot (pie grande) y mothman (el hombre polilla), también es un vampiro: se dice que chupa la sangre de cabras y otros animales.

Su ingreso en el club de los monstruos es muy reciente, ya que apareció por primera vez en 1995. Como se detalló en un artículo anterior de Skeptical Inquirer, la primera testigo, una puertorriqueña llamada Madelyne Tolentino, describió a la criatura como el monstruo Sil, diseñado por H. R. Giger para la película de ciencia ficción y terror Species (Especies en Latinoamérica, Especie mortal en España). Las primeras versiones de la bestia en la cultura popular eran inocentes o aterradoras, pero las versiones más modernas (como la que aparece en la película Chupa de 2023) son adorables y amistosas; se integran así en la larga historia de esterilizar y disneyficar todo tipo de seres espeluznantes, desde sirenas y monstruos de las profundidades hasta hadas y djinns.

La mayoría de las informaciones sobre el avistamiento de Tolentino en 1995 solo nos dan un breve resumen, sin apenas detalles y contexto. Otros avistamientos importantes de distintos monstruos han recibido un análisis exhaustivo (como el supuesto encuentro de Roger Patterson y Bob Gimlin con un bigfoot en 1967 y el de Chris Davis con el Lizard Man u Hombre Lagarto en 1988, tal como se menciona en el número de mayo/junio de 2023 de Skeptical Inquirer), pero el de Tolentino apenas fue investigado, ni siquiera en su momento.

En los meses posteriores al avistamiento, Puerto Rico fue un hervidero de rumores, historias en los tabloides e informes sobre la bestia. Se organizaron patrullas armadas para dar con ella y José Soto Rivera Chemo, alcalde de Canóvanas, se metió en el bolsillo a la prensa local (y a los votantes) al prometer que protegería al pueblo de tan aterradora amenaza (en mi columna en el número de julio / agosto de 2020 de SI se habla de la situación del Chupacabras en el Puerto Rico de ese momento).

Imagen 2. Primera aparición del chupacabras en 'Expediente X'. Pantallazo del autor.
Imagen 2. Primera aparición del chupacabras en ‘Expediente X’. Pantallazo del autor.

Sin embargo, a medida que pasaban los años y no aparecía ninguna prueba sólida del vampiro, el interés fue disminuyendo. El chupacabras fue objeto de apropiación cultural por el resto del mundo a través de la serie Expediente X (imagen 2), los tabloides y los programas de televisión, y cuando apareció la primera versión canina muerta en 2000, en un rancho en las afueras de Managua (Nicaragua), en Puerto Rico apenas se consideraba ya una amenaza. La comercialización del chupacabras hizo que cada año se pareciera menos a la versión original de Tolentino.

Para mi libro Tracking the chupacabra: the vampire beast in fact, fiction, and folklore (2011), dediqué cinco años a investigar al chupacabras. Entrevisté a Tolentino, y en el libro aparece una descripción de su encuentro con el monstruo. Por limitaciones de espacio, no pude hacer un análisis en profundidad, así que la historia del avistamiento original se puede revelar por fin en su totalidad.

El chupacabras de Tolentino

El primer avistamiento del chupacabras tuvo lugar entre las calles 1 y 2, cerca de la iglesia de Dios, en el pueblo de Barrio Campo Rido de Canóvanas, Puerto Rico. Este pueblo, básicamente un suburbio de la capital San Juan, es una zona semirrural a pocos kilómetros de la selva de El Yunke, donde se decía que habitaba este ser (imagen 3). El incidente tuvo lugar en un momento indeterminado de la segunda semana de agosto de 1995. Tolentino no recuerda la fecha exacta, pero dice que era un día entre semana, lo que limita las fechas del 7 al 11 de agosto, y que fue entre la una y las cuatro de la tarde. Según ella, el avistamiento duró entre tres y cinco minutos, y se desarrolló en una zona de la carretera bastante transitada, aunque durante ese tiempo no pasó ningún coche.

Este artículo incluye dos entrevistas en profundidad que concedió Tolentino: una de marzo de 1996 de Lucy Pla y José Manuel Rodríguez, del Grupo Puertorriqueño de Investigación, dedicado al fenómeno ovni, traducida al inglés y publicada en el libro de Scott Corrales Chupacabras and Other Mysteries (1997), y otra que hice yo en 2010 a Tolentino y al que entonces era su marido, José Miguel Agosto, en el lugar del avistamiento original.

Imagen 3. Bosque de El Yunque, en Puerto Rico, donde se dice que habita el chupacabras. Foto: Benjamin Radford.
Imagen 3. Bosque de El Yunque, en Puerto Rico, donde se dice que habita el chupacabras. Foto: Benjamin Radford.

El chupacabras de 1995 a partir de 1996

En la entrevista de 1996, Tolentino describió el encuentro así:

Estaba ayudando a mi madre, que iba a mudarse allí. Me fijé en que un vehículo estaba a punto de aparcar justo ante de la casa. Miré para asegurarme de que no bloqueara el acceso, y vi que el conductor estaba asustado. Abrió mucho los ojos y empezó a retroceder. Era como si alguien lo fuera a golpear o atacar. Fui corriendo hacia la ventana, que es bastante ancha y da al frente de la casa, y entonces vi a ese ser, que caminaba sobre dos patas. Por lo visto, había recorrido una gran distancia, desde la esquina… Se paró frente a la ventana por la que yo estaba mirando. 

[La criatura medía] más o menos metro veinte, y en ese momento caminaba como una persona, sobre ambas piernas. Tenía los brazos echados hacia atrás en una posición de ataque, como si fuera un monstruo [de cine o televisión]. Tenía tres dedos largos, flacos. Los brazos también eran muy largos… Las piernas eran largas y flacas, con tres dedos diferenciados en los pies… En lugar de nariz, tenía dos orificios pequeños, y la boca era una hendidura… Le vi algo extraño en la parte baja de la espalda… Eran como plumas, pero planas contra la espalda. No se le levantaron en ningún momento. [En una entrevista con Marc Davenport, en febrero de 1996, Madelyne dijo que las plumas se levantaban y se movían de un lado a otro con rapidez]. (*)

En cuanto al color de los ojos, Tolentino dijo en la entrevista que eran gris oscuro, aunque el entrevistador señala: «En una entrevista anterior, Madelyne dijo que los ojos parecían negros». (Según versiones posteriores, los ojos eran rojos, un detalle que se ha convertido en canon para muchos monstruos. Ver, por ejemplo, Radford 2020).

«Era un ser tan extraño que hasta me agaché para ver si tenía genitales. No tenía nada de nada, era lisa, sin aberturas. Me reí y le dije a mi madre: “¿Qué diablos es esto? ¿Defeca por la boca después de que come?”».

Imagen 4. Modelo de una de las primeras versiones del chupacabras. Colección de Benjamin Radford.
Imagen 4. Modelo de una de las primeras versiones del chupacabras. Colección de Benjamin Radford.

Tolentino dijo que:

Sus movimientos eran lentos, robóticos, como si alguien lo controlara, como si lo movieran por control remoto. Como un robot… Si esa cosa se me hubiera puesto delante, habría salido corriendo, pero, como estaba detrás del cristal y había un portón afuera del cristal, pensé: «No puede hacerme daño si no salgo». Mientras tanto, cuando mi madre me oyó gritar [Tolentino no explicó cuándo ni por qué gritó después de sentirse reconfortada por estar a salvo en el interior], salió a atraparla… La cosa echó a correr. No estoy segura de si fue porque grité o no… Saltaba, como un canguro… Se metió en el bosque que está por allá, donde se ve esa palmera [imagen 5]. Mi madre corrió detrás. Salí, pero me quedé lejos… Mi madre estaba allí, intentando atrapar al ser. Había un chico en una bicicleta que se volvió loco al verlo. Le tiró botellas rotas. Mi madre le gritó a un vecino: «¡Atrápalo! ¡Va por ahí!”. Cuando el ser oyó lo que mi madre gritaba, empezó a correr mucho más deprisa. No tocaba el suelo con los pies. Era como si estuviera suspendido en el aire, flotando. Luego, desapareció por la otra calle, la que da a la iglesia [imagen 6]. *

Imagen 5. Camino a una zona de vegetación al otro lado de la calle de la antigua casa de Tolentino, por donde escapó el chupacabras. Foto: Benjamin Radford.
Imagen 5. Camino a una zona de vegetación al otro lado de la calle de la antigua casa de Tolentino, por donde escapó el chupacabras. Foto: Benjamin Radford.
Imagen 6. La calle donde Tolentino vio al chupacabras por última vez. Foto: Benjamin Radford.
Imagen 6. La calle donde Tolentino vio al chupacabras por última vez. Foto: Benjamin Radford.

En medio de esta extraña y caótica escena, después de que su anciana madre intentara sin éxito atrapar a la bestia, Tolentino dijo que un joven que trabajaba para Agosto lo había logrado: el chico persiguió al monstruo y luego le abrió la boca.

Un chico que trabaja para mi esposo y siempre está preparado para tratar con animales lleva un par de guantes en el coche. Se los puso y se metió en el bosque para atrapar a aquel ser. Dice que, cuando intentó agarrarlo, este sacó lo que a mí me habían parecido unas plumas. Dice que se le pusieron en punta y que eran como púas muy largas. Luego las púas cambiaron de color. Dice que le abrió la boca a la fuerza y vio que tenía unos colmillos muy grandes. Siguió intentando agarrar a aquella cosa, pero escapó hacia el bosque (Corrales 1997).

En ese momento, por lo visto ya no resultó emocionante. No se llamó a la Policía ni a la prensa, y el incidente no se mencionó de nuevo hasta pasado más de un mes, cuando la historia de Tolentino apareció en tabloides, como El Vocero, y en programas de radio locales.



Al reexaminar el informe original, nos encontramos una descripción elaborada (y totalmente inverosímil) que va mucho más allá de la breve aparición y descripción del ser. Se comprende que aquellos que creen que el chupacabras es real hayan pasado por alto gran parte de su historia. Pero no se puede elegir de manera arbitraria qué partes del relato de Tolentino vamos a creer: si hay motivos para sospechar de que le falla la memoria, de que tergiversa o de que adorna la experiencia con demasiados detalles importantes, entonces hay motivos para ver todo el relato con escepticismo.

El chupacabras de 1995 a partir de 2010

En junio de 2010 entrevisté a Tolentino y a Agosto, tanto en la casa actual de ella como en su residencia anterior, donde tuvo el avistamiento. Ambos me parecieron abiertos, serviciales y sinceros (aunque Agosto tenía poco que añadir, porque no estuvo presente en el incidente).

La descripción básica que Tolentino hizo del ser no cambió significativamente entre 1996 y 2010, pero su descripción del encuentro sí, y pasó a dar una versión de los hechos muy diferente. Tolentino me dijo que solo ella y su madre vieron al ser. Ella estaba durmiendo, y su madre la despertó gritando que había un animal extraño fuera de la casa.

Imagen 7. Madelyne Tolentino, en el lugar donde vio por primera vez al chupacabras. Foto. Benjamin Radford .
Imagen 7. Madelyne Tolentino, en el lugar donde vio por primera vez al chupacabras. Foto. Benjamin Radford .

A diferencia de su relato de 1996, Tolentino dijo que su madre no salió de la casa, y que ambas observaron al ser, que se detuvo ante la ventana. «Mi madre dijo: “Voy a atraparlo”. Y abrió la puerta y ya iba a salir. Yo le pregunté: “¿A qué viene tanto valor?”». Luego, el ser flotó (o saltó) hacia la hierba sin cortar en un terreno que había al otro lado de la calle, y desapareció. Nos miramos a los ojos y grité… Estaba suspendido en el aire, me quedé sin palabras. Luego, desapareció entre la hierba crecida».

Tolentino corrigió varios errores en el famoso dibujo del ufólogo Jorge Martín, supuestamente basado en su avistamiento (imagen 9). Por ejemplo, el ser medía menos de un metro, no entre metro veinte y metro cincuenta como se había dicho. Tal como aseguró antes, se agachó para ver si la criatura tenía genitales. «Pero era lisa; no tenía nada ahí. Y el pelaje era corto, así que, si hubiera tenido genitales, los habría visto. Eso me hizo pensar que no era de este mundo».

Además, no tenía tres dedos (como había afirmado en su entrevista de 1996), sino cinco, y esos cinco dedos no terminaban en garras, como se informó repetidas veces, sino que tenían un aspecto humano. «No eran garras», me reconoció Tolentino con toda seguridad. Según me contó:

Imagen 8. Benjamin Radford, con Madelyne Tolentino y José Miguel Agosto en el lugar del avistamiento del chupacabras en 1995. Foto: archivo del autor.
Imagen 8. Benjamin Radford, con Madelyne Tolentino y José Miguel Agosto en el lugar del avistamiento del chupacabras en 1995. Foto: archivo del autor.

Tenía manos humanas, no garras: dedos largos y uñas de aspecto humano. Sus ojos eran grandes y [rasgados], y no tenía nariz, solo dos orificios pequeños. La piel del ser no era parda, sino grisácea… Parecía cuero, mojado y arrugado. Su piel era como la de un extraterrestre, pero yo nunca dije que fuera extraterrestre. Me interesan los ovnis y los alienígenas, pero nunca dije que fuera un extraterrestre o un animal. No sé qué era. Mi historia no ha cambiado en ningún momento.

Cuando le pregunté, me contó cómo se movía: «Saltaba como un canguro, pero no tenía cola. No tocaba el suelo… No tenía alas, pero al acercarse parecía que iba corriendo». (Le pregunté cómo podía estar saltando y flotando y no tocar el suelo, pero no obtuve una respuesta aclaratoria).

La versión de 1996 incluía una historia dramática de cómo, después de buscarle los genitales, ella no corrió ni sintió miedo, ni fue corriendo a buscar una cámara, sino que hizo bromas al respecto con su madre, para luego gritar de manera inexplicable. Su madre, muy valerosa, persiguió al extraño ser de otro mundo para intentar atraparlo. No lo logró, pero un chico de la zona lo siguió hasta el bosque, consiguió agarrar al monstruo, abrirle la boca a la fuerza y luego soltarlo.

En la versión que me dio a mí no pasó nada de eso: ambas se quedaron dentro de la casa y observaron que el ser flotaba (o saltaba, o lo que fuera) hacia una zona boscosa al otro lado de la calle. En cuanto al valiente muchacho que le hizo un examen dental improvisado a la extraña criatura, a pesar de haber respaldado inicialmente la historia, Tolentino me dijo que no pasó nada: «José tenía un joven trabajador que solía ayudarle a arreglar coches, y salió corriendo, pero no llegó a ver al chupacabras». (No queda claro si Tolentino había acabado por dudar de la versión del chico o si su historia nunca le pareció creíble).

Imagen 9. Ilustración del autor de la representación del chupacabras de Tolentino, originalmente de Jorge Martín.
Imagen 9. Ilustración del autor de la representación del chupacabras de Tolentino, originalmente de Jorge Martín.

Conclusión

Si los relatos de Tolentino son exactos y veraces, tiene un increíble poder de observación; la mayoría de los testigos solo habría recordado algunas características más obvias, pero ella aporta detalle tras detalle en su descripción, desde el color de los ojos (aunque este varíe según el relato) hasta el número de dedos de los pies y la notable ausencia de ano.

Los miembros del Grupo Puertorriqueño de Investigación no llevaron a cabo ninguna indagación más allá de entrevistar a Tolentino meses después del suceso. Quizás lo más condenatorio es que no existe ninguna prueba que corrobore la historia de Tolentino: ni evidencia física, ni rastro alguno, ni fotos u otros testigos. En total, basándose en su relato de 1996, parece que debería haber al menos media docena de testigos potenciales del avistamiento: Tolentino, su madre (a la que no se pudo entrevistar debido a encontrarse enferma), el chico local sin nombre (quien pudo o no haber perseguido al monstruo y abrirle la boca a la fuerza, pero que pudo haber estado presente y ver algo), uno o más vecinos, y el hombre cuya costumbre de aparcar coches fue la causa de que Tolentino se asomara a la ventana. Ninguno de ellos se ha presentado para corroborar su relato o para aportar sus recuerdos (si la versión que me contó en 2010 es la que correcta, o no existen o no tienen nada que decir, claro).

Tolentino me dijo: «La mayoría de la gente me ha creído; la gente confía en mí y sabe que estoy diciendo la verdad. Toda la experiencia me pareció a la vez real e irreal… Otros estaban inventando imágenes por sensacionalismo, pero yo [lo relaté] porque tengo buena vista y quería describirlo tal como lo vi… Soy la que tiene más información y nunca he cambiado mi historia».

Tanto si Tolentino es consciente de ello como si no, su historia ha cambiado de manera significativa y demostrable. La memoria es notoriamente falible en las mejores circunstancias, pero es difícil reconciliar las diferentes versiones de este informe original y decisivo del chupacabras. No sabemos, y a estas alturas no podemos probar de manera concluyente, qué vio ese día ni si vio algo; qué era esa figura humanoide alienígena, flotante, de piel gris, dedos largos y espalda con púas. Pero, como reconoció Tolentino en su entrevista de 1996, su chupacabras se parece demasiado a un monstruo de una película que había visto recientemente, «una película titulada Especie mortal. Todo el mundo debería verla… Era un ser que se parecía al chupacabras, con púas en la espalda y todo… El parecido con el chupacabras era impresionante, de verdad».

* Comentario y aclaraciones en el original: Corrales 1997.

Referencias

Corrales, Scott. 1997. Chupacabras and other mysteries. Austin. Greenleaf Publications.

Radford, Benjamin. 2020. «Investigating mothman’s red eyeshine». Skeptical Inquirer. Vol. 44, núm. 3 (mayo/junio).

Benjamin Radford, máster en educación, es un investigador científico de lo paranormal, investigador asociado del Comité para la Investigación Escéptica (CSI), director adjunto del Skeptical Inquirer y autor, coautor, colaborador o editor de veinte libros y más de mil artículos sobre escepticismo, pensamiento crítico y cultura científica. Su libro más reciente es America the fearful.


Publicado originalmente bajo el título de «Chupacabra revisited: dueling origin Stories of the Hispanic vampire» en el volumen 49, número 3 (mayo/junio de 2025) de Skeptical Inquirer , la revista del Centro para la Investigación Escéptica (CSI).

Traducción de Cristina Macía.