La necesidad del escepticismo

'El pensador', de Auguste Rodin. Foto: Miguel Hermoso Cuesta.
‘El pensador’, de Auguste Rodin. Foto: Miguel Hermoso Cuesta.

Por Pepe Cervera.

El escepticismo no es un destino, sino un camino; no es una conclusión, sino una herramienta. Ser escéptico es no contentarse con la primera respuesta que se recibe, cuestionar la verdad revelada, preguntar los qués y los porqués y los desde cuándos. El escepticismo no es estar a favor o en contra de la energía nuclear, de los transgénicos o de las vacunas, sino preguntarse qué hay de cierto en los argumentos a favor o en contra de esas y otras cuestiones; dónde están los fallos, si los hay, dónde los intereses ocultos, si pueden sospecharse, dónde las afirmaciones sin pruebas. Ser escéptico no es tener muchas respuestas, sino hacer siempre preguntas. Incluso cuando se cuestionan afirmaciones muy queridas. incluso (sobre todo) cuando las preguntas ponen en solfa lo políticamente correcto. O lo religiosamente, financieramente, futboleramente correcto. Y es por eso que el escepticismo bien entendido jamás podrá llevarse bien con la política.

Comienzo del artículo publicado en la web del Radiotelevisión Española (RTVE) el 28 de agosto de 2012.

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