
Por Vicente Baos, médico de familia, y David Ezpeleta, neurólogo.
Las personas a las que la historia y la Iglesia católica han atribuido una posesión demoníaca probablemente incluyen una amplia variedad de trastornos mentales y físicos. Si se pudiera evaluar de forma crítica y científica cada caso, encontraríamos una gran cantidad de sufrimiento humano sojuzgado bajo creencias religiosas. Analizando con cautela y buena práctica clínica, se podría dar explicación a las supuestas posesiones demoníacas.
Quizá por su novedad y general desconocimiento, vamos a repasar una enfermedad que encaja, desgraciadamente para las personas que la han sufrido y no han sido diagnosticadas ni tratadas, con una gran parte de la sintomatología supuestamente demoníaca. Hay otras, pero ésta es el mejor ejemplo.
Todos tenemos en el recuerdo las imágenes espectaculares de la película El exorcista: una chica joven que desarrolla un trastorno neurológico y del comportamiento que se exacerba a niveles máximos con la realización de un exorcismo, consiguiendo con trucos cinematográficos torsiones, levitaciones y vomitonas espectaculares. Cualquier película de terror que incluya escenas de posesión demoníaca (y hay muchas) presenta un comportamiento verbal, conductual, postural e incluso sexual bizarro y extremo. ¿Pero esto puede ocurrir en la vida real, en enfermos reales? Así es.
Comienzo del artículo publicado en El supositorio, el blog de Vicente Baos, el 15 de diciembre de 2014.
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