El biólogo, divulgador y escéptico Eduardo Angulo da nombre a un laboratorio de la Universidad del País Vasco

Organizadores y participantes en el homenaje al biólogo Eduardo Angulo, a las puertas del laboratorio que lleva su nombre. Foto: Universidad del País Vasco.
Organizadores y participantes en el homenaje al biólogo Eduardo Angulo, a las puertas del laboratorio que lleva su nombre. Foto: Universidad del País Vasco.

El bautizo de un laboratorio de biología con el nombre de Eduardo Angulo (1958-2024) puso el broche de oro al homenaje que colegas y amigos rindieron al científico y divulgador bilbaíno en la Facultad de Ciencia y Tecnología de la Universidad del País Vasco (UPV) el 6 de junio. En el acto, al que acudieron familiares del homenajeado, fallecido el 5 de diciembre, una docena de ponentes glosó su figura como profesor, investigador, divulgador, gastrónomo, escéptico, apasionado por la ciencia ficción, pajarero, bilbaíno txirene e hincha del Athletic.1

«Nos dejó hacer, nos acompañó y se enorgulleció de nuestros logros», dijo su colega Miren Cajaraville, profesora del Departamento de Zoología y Biología Celular Animal de la UPV y conductora del acto. «Estamos orgullosos de haberle conocido y de haberle querido. Las semillas que plantó han dado sus frutos», añadió sobre su director de tesis antes de ceder la palabra al biólogo Jesús Moya. Maestro de Eduardo, este recordó, emocionado, al alumno que destacó desde el principio por su pasión por la biología y su buen hacer, y que con el paso del tiempo se convirtió, además, en un respetado divulgador.

«Siempre decía que la divulgación científica ha de ser crítica», apuntó en su intervención el catedrático de Física Aplicada Fernando Plazaola, decano de la Facultad de Ciencia y Tecnología. «Fue un gran divulgador, un gran profesor y un gran compañero», resaltó su amigo Ionan Marigómez. Profesor del Departamento de Zoología y Biología Celular Animal y coorganizador del homenaje, rememoró la frase con la que Eduardo, que hizo de la amabilidad su seña de identidad, recibió a sus nuevos colegas durante sus más de dos décadas de trayectoria académica: «Estamos obligados a entendernos por mucho tiempo».

Otro con el que se entendió durante décadas fue el biólogo Manu Soto, quien recordó al Eduardo más bilbaíno, el lector del Lexicón de Emiliano Arriaga. «Su palabra preferida del Lexicón era chirene. Le definía perfectamente», sentenció el director de la Estación Marina de Plentzia (PIE).  Como lo hacía pasión por el Athletic. «En una época en la que no existían los guasaps ni las redes sociales, mientras preparaba mi tesis en Gales, todos los lunes me mandaba por fax la crónica de El Correo del partido del Athletic», recordó el coorganizador del acto. 

El biólogo Eduardo Angulo, en una imagen reciente. Foto: Universidad del País Vasco.
El biólogo Eduardo Angulo, en una imagen reciente. Foto: Universidad del País Vasco.

«Maestro generoso e inspirador de vocaciones, hizo del dejar hacer su manual de estrategia, siempre al lado, por si acaso, dispuesto a dar un consejo sensato y a sustentar con valiosa información las iniciativas quienes nos iniciamos como sus discípulas y discípulos», señalaron Cajaraville, Marigómez, Soto y otros colegas en el emotivo obituario publicado en la revista Campusa días después de su muerte. «Referencia académica e investigadora, Eduardo fue un pilar fundamental para la gestación y desarrollo de la investigación puntera sobre respuestas celulares a cambios ambientales por la que se conoce internacionalmente a nuestro Grupo Consolidado de Investigación Biología Celular en Toxicología Ambiental, cuyas dos primeras tesis doctorales dirigió entusiasta en los 80», recordaron.

«Tenía Eduardo una portentosa capacidad para transmitir la ciencia y el pensamiento crítico. Lo demostró en sus incontables artículos e intervenciones radiofónicas y en sus tres libros: Julio Verne y la cocina, Monstruos y El animal que cocina.  Su sabiduría, su amabilidad y su claridad expositiva hacían de él un divulgador extraordinario. Cercano, accesible y siempre sonriente, veía más allá de lo evidente y, quizá por eso, cuando en 2006 nació el Círculo Escéptico, se hizo socio inmediatamente», dijo en su intervención en el homenaje el periodista Luis Alfonso Gámez. El presidente del Círculo Escéptico destacó cómo nuestro compañero participó en Bilbao en una jornada de charlas en la que destacados científicos y divulgadores advirtieron «del riesgo del pensamiento mágico y de la necesidad de promover el pensamiento crítico ¡hace casi veinte años!». Y recordó cómo siempre apoyó activamente a la asociación, de la que era uno de los socios más destacados.

El acto concluyó con el descubrimiento de una placa por Fernando Plazaola, decano de la Facultad de Ciencia y Tecnología, a la entrada del laboratorio 0.37 del centro, bautizado como laboratorio Eduardo Angulo Pinedo. A la imagen del científico y divulgador en su juventud y su firma, acompaña el esquema del nefrocito del limaco, molusco sobre el que hizo la tesis.

Placa del laboratorio de biología Eduardo Angulo Pinedo. Foto: L. A. Gámez.
Placa del laboratorio de biología Eduardo Angulo Pinedo. Foto: L. A. Gámez.
  1. «Chirene (e.). Chistoso, gracioso, bromista, ex­céntrico [en francés: drôle]», según el Lexicón etimológico, naturalista y popular del bilbaíno neto compilado por un chimbo como apéndice a sus vuelos cortos (1896), de Emiliano de Arriaga. ↩︎